Imagina...
Lápiz sobre cartulina de color.
...lo que quieras...
Cuando creía poder abrir los ojos e imaginar cualquier cosa, me daba
cuenta que cualquier cosa era imaginar que abría los ojos.
Me había empeñado en imaginar
que veía tantas cosas que cuando realmente quería hacerlo lo único que hacía
era imaginar que imaginaba cosas.
¿Por qué mi cabeza intentaba
hacer siempre lo que no quería hacer? ¿Por qué no podía organizarme momentos en
los que ponerme triste y momentos en los que pudiese ignorar lo que ya no iba a
volver? En cambio, siempre me entraban
ganas de llorar cuando no debía hacerlo.
Cuando estaba delante de ella,
era entonces cuando la imaginaba. Cuando creía poder verla. Pero al ver que mis
ojos seguían abiertos, que ella estaba frente a mí y yo no podía verla, que ya no volvería a
hacerlo, eso era…
Acuarela
En cambio, cuando estoy sola,
cuando no hay nadie conmigo y puedo llorar, entonces mis ojos se secan y puedo
pensar con claridad.
No tengo edad para ponerme
quisquillosa. Ya he visto todo lo que tenía que ver en el mundo.
Aun así, como un ritual antes
de que ella vuelva y me diga que Nuca, el cachorro que siempre la acompañaba,
se había vuelto a escapar, cierro los ojos y me la imagino. Imagino como era
antes de que mis ojos dejasen de ver el mundo.
-Abuela, Nuca se ha ido
definitivamente. –me dice con aire triste. –Creo que ha encontrado una familia.
Como en todo el mundo, el
tiempo no se detiene por nadie. Mi niña ya no es tan pequeña como cuando la vi
por última vez, y Nuca ya no debía ser un cachorro como recordaba.
Entonces, mientras mi nieta se
marchaba de nuevo, creía poder abrir los ojos e imaginar cualquier cosa,
sabiendo que cualquier cosa, ahora que volvía a estar sola, sería poder abrir
los ojos.